Desde el corazón de la célula Levantina, y rodeado de festers, barraquers, foguerers y demás autóctonos que hacen de esta semana un auténtico suplicio para los que pretendemos arar recto y sin torcernos, no queríamos los integrantes de dicha corporación, de la cual fui yo su indigno representante en la comida intercoordinadoras, dejar pasar más días sin hacer un breve, pero sentido resumen de lo que tal magno evento fue. En primer lugar el escenario. El mítico Vitalaza, local éste esquinado y acogedor como pocos, situado en el corazón de Vicálvaro y al que desde la Coordinadora Mediterránea proponemos como base del imperio Amanecista, por aquello de centralizar, más que nada. Maribel y Andrés, encantadores, volcados con el bienestar de los Amanecistas allí congregados y evitando en todo momento que nuestras disputas ideológicas fueran más lejos del segundo o tercer botellín (A partir del cuarto quinto de mahou dejé de contar. Nótese, por Dios, la tremenda gracia e inteligencia del autor en el juego de palabras). Comida casera, hecha con cariño, de precio acorde con los tiempos que corren, tiempos de correr a hostias a más de un gilipollas encorbatado. Bueno. Pues eso. El entorno inmejorable. Entrando ya en lo que viene siendo la parte de la membresía individualizada en los acólitos más reputados del universo Amanecista, ¿qué puedo decirles?. ¡Qué saber estar! ¡Qué alzamiento de codos! Yo creo que nuestro mentor espiritual debería vanagloriarse de haber conseguido que individuos tan, teóricamente, dispares, puedan sentarse alrededor de una mesa, departir y, no contentos con ello, buscar otra mesa para seguir departiendo. Entiéndase por departir aquella acción de rellenar los vasos con líquidos de variada graduación. En fin, que tras ésta y otras reuniones, el que suscribe, que tiene ya una edad provecta y creía haberlo visto todo en el terreno de las relaciones personales, de repente y gracias a un nexo como es el Amanecismo Ilustrado, colige que no. Que no está todo visto. Que hay mucho por ver, hacer, conocer y…, departir. Así que tras esta parrafada cargada de sentimiento y agradecimiento no me queda otra que elevar unas rogativas para que los Santos del cielo, además de sus arroces y conformidades, nos envíen fechas en las que podamos reunirnos los que estuvimos y, lo que es más importante, los que no estuvieron físicamente pero si en nuestros corazones, calabazas.
Una respuesta para “Pólvora, ruido, fiesta. Aquí ni anochece ni amanece…, hasta el martes próximo”
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Qué decir de tan entrañable reseña de lo que fue el capítulo general amanecista (bueno, versículo, que tampoco éramos tantos de cuerpo presente). No tengo palabras que añadir a las que ha escrito el buen D. Ramón, de edad un poco menos provecta que la mía, dicho sea de paso. En cuanto se me ocurra algún palíndromo relacionado con el tema o algún verso más o menos absurdo, lo pongo.
En cualquier caso, digo y mantengo lo de siempre: si echaran higos…