Un presbítero admirable

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Los fieles rompen a aplaudir entusiasmados cuando el párroco, Don Andrés, sube al altar, seguido de Paquito, vestido de monaguillo, que agradece satisfecho los aplausos cruzando y alzando sus manos en gesto de triunfo. Es la entrada en escena del primer actor, cuya fama le ha consagrado en el mundo entero. La cámara da a continuación algunos planos en los que conocemos a otros personajes de la película, aun no definidos. (En el guión original, al llegar a esta secuencia ya podíamos identificar a Ngé Ndomo, Adelaida y Doña Amparo, pero la estruc­tura que prevalece en el montaje me parece más directa, menos dispersa). El líder de los estu­diantes de Eaton está situado detrás del Cabo Gutiérrez y su mujer. Aplaude con más fuerza que nadie y su cara está iluminada por una sonrisa de oreja a oreja. «¡Oh! Creo que es un sacerdote cura admirable, ¿you know? -comenta con sus vecinos en voz muy alta- porque el pueblo es fervoroso con él porque es admirable como presbítero». Gutiérrez, que aplaude muy serio consciente de su rol social, gira levemente la cabeza hacia él. «Y la mano que tiene para decir misa», añade halagada Doña Rocío, que lleva un hábito morado, mientras su marido mantiene su gesto impasible. La Misa se celebra de espaldas a los feligreses y en latín, de acuerdo al rito preconciliar, otro dato que fecha la ambientación en los 50. Con extraordina­rio fervor, Don Andrés se santigua y dice: «Introibo ad altare Dei». A pesar de que la misa ya ha comenzado, la gente permanece en pie charlando y comentando unos con otros. El Cabo Gutiérrez, volviéndose hacia atrás, pregunta: «¿Qué es usted, americano?». «¡Oh, si, señor!». «¿Y cómo anda por allí la política?». La pregunta le ha pillado al estudiante desprevenido y no sabe qué contestar.