Una moto con sidecar

Ayna ,

La secuencia se interrumpe para presentar una acción paralela. Por un camino avanza una vieja moto con sidecar. La conduce Teodoro, a quien acompaña, su padre, Jimmy.

En el guión se daba paso a una escena entre Ngé Ndomo y el guardia Pascual. El negro está empeñado a colocar a las cabras en un orden y una posición determinados para dormir, preocu­pado por que el cuadro resultante quede bonito y porque además la María Eugenia y la Lucera no han dormido juntas en toda su vida, tal como ahora las ha situado el guardia: «Lo que está usted haciendo, más que ayudarme, es entorpecer», le dice. Pascual le contesta que eso son manías suyas, «las cabras siempre se han dormido donde les ha dado la gana sin necesidad de colocarlas». «¡Qué tonterías dice usted!», responde Ngé muy ofendido. Pascual se lamenta de que va a llegar después del Evangelio y la Misa no le va a servir.

La presentación de los dos forasteros no puede ser más concisa y al mismo tiempo des­concertante. El hijo, Teodoro, va ataviado con chaqueta y pajarita. El padre, Jimmy, sentado en el sidecar, lleva en cambio gafas de motorista y un chaquetón de cuero negro. Sus propios nombres revelan la contradicción. Teodoro vive en Estados Unidos en donde trabaja como profesor en la Universidad de Oklahoma, pero conserva con fidelidad su sonoro nombre español. El padre, en cambio, se hace llamar Jimmy, a pesar de que no puede ser un tipo más racial y de que no se ha movido de España. El ruido que hace la vieja moto no aconseja una conversación íntima lo que no impide que Jimmy, a gritos, pregunte a su hijo: «¿Me quieres?», como sin fuera una novia pesada y desconfiada. Teodoro no entiende la pregunta. Y Jimmy se la repite: «¿Que si me quieres?» El hijo para la moto: «Hombre, padre, no me joda…». El padre desiste: «No, si tampoco creas…» La moto retoma su camino y se pierde al fondo. Ahora vemos que en su parte trasera va un gran maletón antediluviano y una guitarra española.

Además de establecer la peculiaridad de la relación padre e hijo, de la que a partir de esta premisa se puede esperar cualquier cosa, la secuencia aporta otro dato curioso referente al tra­tamiento que Teodoro da a Jimmy, al que llama «padre» y de usted, tal como era costumbre en la España de postguerra, pero sólo en los pueblos.