Tierra generosa

Ayna

Un gran plano general nos muestra a los campesinos bajando al campo sin dejar de cantar sus madrigales. Delante de ellos va el Viejo Labrador que, al llegar a su casa, abandona la comi­tiva. Los cantores pasan por delante del semillero de hombres que brotan de la tierra. Uno de los labradores se acerca a Garcinuño (Antonio Passy), un anciano de pelo blanco y largas barbas, varias veces centenario que crece en el suelo, para remover el terreno y echarle abono. «Contigo, Garcinuño -le dice-, la verdad es que no se sabe qué hacer. Lo mismo da que se te riegue o que se te abone. Te da por no brotar y no brotas». El hombre enterrado le mira impa­sible, conforme con su destino.

Ya vemos aquí que es costumbre local que los trabajadores del campo se acompañen con sus cánticos hasta llegar a la hera. Pero más sorprendente es la aparición de Garcinuño, a la que no dan importancia los campesinos, acostumbrados a que en ese lugar broten hombres del semillero. Sólo uno de ellos le presta atención, pero si es difícil que el color de la piel de Ngé se vaya aclarando, aun lo es más que Garcinuño acabe por brotar. El comentario de su protector adelant*~ya_que, al contrario que este anciano a medio crecer, hay otros hombres que consiguen brotar e integrarse a la población con toda naturalidad, como si hubieran nacido del vientre de su madre.