La novia del catecúmeno

Molinicos , ,

Por una calle en cuesta suben Ngé Ndomo y su madre, Álvarez (Chus Lampreave, otra actriz de la que Cuerda ha sabido sacar un partido extraordinario), así sin nombre propio. A unos pasos les sigue una guapa lugareña, Gabriela (Rosalía Dans). Observemos otra de las contradicciones arguméntales por las que la película pasa a sabiendas. Ngé ha dicho que su padre le legó el nombre, pero que lleva los dos apellidos de su madre, es decir que es hijo natu­ral no reconocido. Sin embargo, a pesar de que su madre, española de pura cepa, se apellide Álvarez, él lleva el patronímico Ndomo. En todo caso, la buena de Álvarez, que entre su her­mano, el Viejo Labrador, y su hijo Ngé lleva una vida aperreada, está reprendiendo a su hijo adulto, como si fuera un adolescente. «Mira, ahí viene tu pretendienta -le reprocha-. Y lo que no puede ser es que te pasees a la luz del día del bracete de la mujer de otro, como un pagano… Luego te quejas de que llevas treinta años de catecúmeno. A este paso no vas a entrar nunca en el seno de la Iglesia». Ngé protesta igual que un niño que trae malas notas y alega que el profesor le tiene manía: «No entro porque soy negro». Gabriela se acerca en ese momento y tomando del brazo a Ngé, le corrige: «Eres minoría étnica». «Bueno -puntualiza él-, minoría étnica y negro como un tizón». Al fondo de la calle hemos visto aparecer dando tumbos y cubierto con una enorme boina, Carmelo, el borracho. Una paisana para a Álvarez y le comenta: «Parece que a tu muchacho se le va aclarando el color del cuerpo», a lo que ella con- testa:»No sé qué decirte… Como no sean las palmas de las manos o las plantas de los pies…porque en el resto… Si le vieras las ingles…»

Tampoco las relaciones de la familia Álvarez-Ndomo van por buenos derroteros. Álvarez no aprueba la conducta adúltera de su hijo, lo que no impide que su amante, Gabriela, haga ostentación de sus amores ante los ojos de su suegra postiza, que piensa que este pecado es lo que impide que le acepten en la iglesia. En contra de lo que indica su apariencia, por mucha visera que lleve, emplea un término culto (el seno de la Iglesia). Ngé, en cambio, no da impor­tancia a ese hecho y no trata de disculparse por acostarse con la mujer de otro, culpando de su marginación al racismo. Su novia, mucho más moderna, utiliza una expresión que hubiera sido impensable en los 50 (minoría étnica). La minoría se reduce a él, puesto que ya sabemos que es el único negro del pueblo, cuyos habitantes esperan que, como a Michael Jackson, se le vaya aclarando la piel. Álvarez, por el contrario, es escéptica al respecto. Su última frase, referida a las ingles de su hijo, anuncia un motivo que Cuerda retomará exhaustivamente como forma de rebelión del maestro cuando los invasores entren armados en su clase. Otro aspecto curioso de esta escena es que sea Gabriela la pretendienta de Ngé, la que le sigue por la calle, y no al contrario.