Riña de enamorados

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Por el fondo de una calle desierta aparece ahora Ngé Ndomo haciendo eses. De nuevo Cuerda explica la resolución de una situación por elipsis. Hemos dejado al catecúmeno col­gado en la sala de juntas y apremiado por la irrupción del cabo Gutiérrez. Aquí lo encontra­mos ya fuera de esa situación. Por el lado opuesto de la calle sube Gabriela. Cuando se cruzan, Ngé acorrala a su amante contra una casa. Ella está enfadada y le dice que la deje en paz. «Quí­tate de en medio, que después del susto que me pegaste anoche y del ridículo que hice delante de todo el mundo por tu culpa… Parecía yo también una cualquiera…, allí, con la Susan esa al lado, esperando que bajaseis el alcalde y tú…». Ngé sigue acosándola. «¿Y que tiene de malo eso? -pregunta el negro— ¿O es que da vergüenza esperar a un negro?». «No digas tonterías», responde Gabriela. El catecúmeno se pone agresivo e intenta impedir los movimientos de Gabriela para zafarse de su acoso. «Porque tú —le reproche Ngé-, mucha minoría étnica y mucho camelo, pero luego te da vergüenza esperar a un negro…». Gabriela se deshace de él y se aleja calle abajo diciéndole: «¡Déjame en paz!». «¿Para los coitos si valgo, eh? —le grita el negro- …y para bailar para Changó…». Y dicho y hecho, Ngé se pone a bailar un ritmo afro- cubano, como si nada hubiera pasado. El niño deprimido se acerca a él y contempla curioso y complacido el ritmo de Ngé, que al comprobar que tiene un espectador que le comprende, se luce con movimientos más briosos. Luego se suma al baile. Desde detrás suyo le llama Cas- cales: «¡Eh, Ngé, te cambio el personaje!». El negro se vuelve y, muy enfadado y dándole tra­tamiento de vos, le responde: «Sois lo más vago y miserable que hay en la tierra. Las serpientes os harían sombra… Si ni siquiera eres negro, ¿cómo ibas a hacer mi personaje?». Ngé coge al niño por el hombro y los dos se marchan calle abajo caminando en zig zag. El niño pregunta: «¿Por qué andas en zig zag, Ngé?». «Porque así se tarda más en hacer el recorrido y se piensa mejor adonde va uno, hijo».

Si en esta secuencia no hay gente en la calle no hay que atribuirlo a escasez de presupuesto para pagar figurantes, sino a que simultáneamente se está celebrando la magnífica misa de Don Andrés. Sólo el catecúmeno, que no es admitido en la iglesia, y el niño deprimido, al que el sacristán ha echado de una patada, andan por la calle. Gabriela se dirige a la iglesia cuando es detenida por su amante. Lo que ha molestado a la chica no es tanto el susto que le dio Ngé colgándose, sino el ridículo que ha hecho esperándole a que bajara y, sobre todo, que la vieran al lado de Susan y la pudieran tomar por «una cualquiera». Establece así una diferencia entre la adúltera y la prostituta. No es lo mismo acostarse con un negro porque el marido padece impotencia coeundi, que arrejuntarse con el vejestorio del Alcalde para sacarle el dinero mien­tras llegan tiempos mejores. Por su parte, Ngé recela de la sinceridad de los sentimientos de su amante y lanza un reproche que en la sociedad machista está reservado a las mujeres: Gabriela sólo le quiere para los coitos.

En la parte final de la secuencia Cuerda introduce una idea que no estaba en el guión, la aparición del niño maltratado por Paquito, a quien el baile de Ngé saca momentáneamente de la depresión. Los dos marginados de la Iglesia se unen en la danza de Changó. Es un pasaje que suscita una sensación de ternura contenida. La compenetración de la minoría étnica y la minoría deprimida es interrumpida por el hombre que quiere cambiar su personaje. Ngé no está para bromas y considera que Cascales es un inútil, incapaz siquiera de asumir su propio personaje, de encontrarse a sí mismo. Incluso si él estuviera dispuesto a cederle el suyo, que pasa por malos momentos, dicho sea de paso, ¿qué sentido tendría que un joven rubio repre­sentara el papel del único negro que sale en la película? Finalmente, la escena se cierra con la justificación muy racional de la costumbre que tiene Ngé de caminar en zig zag. Si se anda más despacio, hay más tiempo para meditar si se lleva el camino correcto y si se quiere ir adonde se va.