Volvemos al interior de la iglesia del pueblo. La Misa continúa. Los fieles permanecen arrodillados en el más respetuoso silencio. Don Andrés muy bajito dice: «Hoc est enim corpus meum». Doña Rocío, en voz baja, comenta al americano: «Ya verá el alzamiento de hostia que me hace este hombre». El sacerdote hace una genuflexión que el monaguillo subraya tocando la campanilla y luego eleva la sagrada forma. En ese momento la totalidad de los feligreses se ponen en pie y prorrumpen en un cálido y unánime aplauso acompañado de vítores y alabanzas. Una muchacha americana comienza a cantar la vieja canción de los pioneros «The Yellow Rose of Texas». Sus compañeros, con el celo de un coro profesional ylas gorras en las manos, la siguen con devoción patriótica. (El guión indicaba que los estudiantes entonaban el himno de su universidad). En un momento de tanta emoción los fieles católicos suelen entonar «Dueño de mi vida» o «De rodillas, Señor, ante el Sagrario», por lo que resulta relativamente normal que los jóvenes de Eaton no sepan reprimir su impulso y recurran a una de las piezas más valoradas de su folklore popular.
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