Una respuesta para “Pregón”

  1. Luis Giménez Carrasco


    Por orden del señor cura Meslier, se hace saber:

    DIOS ES UNO QUE TRINA

    «Tienen boca y no hablan,»
    Dios no tiene boca, ¡y lo que larga!
    «tienen ojos y no ven;»
    La repuesta a eso, me ha dicho el cura que la deje para el final.
    «orejas tienen y no oyen,»
    Dios no tiene orejas ni los otros aditamentos del sentido del oído, pero lo tiene potentísimo, aunque disparejo con el sentido de la vista, que lo tiene bastante malo. No es cierto que Dios lo vea todo, ni mucho menos. Descendió el Señor a ver la torre de Babel: tuvo que bajar para poder ver. La clave del asunto está en cuando tuvo que bajar para comprobar las indecencias de Sodoma y Gomorra. Silencio abajo, que habla el Altísimo: «El clamor de Sodoma y de Gomorra aumenta más y más, y la gravedad de su pecado ha subido hasta lo sumo. Quiero ir y ver los fornicios, si sus obras igualan al clamor que ha llegado a mis oídos». El sentido del oído del Señor tiene dos oídos, pero ninguna oreja ni ninguna trompa de Eustaquio. Los oídos del Altísimo captaron a la perfección los jadeos jacarandosos de las jais y los juláis, y de los gais entre ellos y las lesbis entre ellas. O sería la música disco lo que el Señor oyó, yo qué sé. Chssss… ¡¡¡Silencio!!!
    «y narices y no pueden oler;»
    Dios, sin narices ni pituitaria, se complacía en aquél «olor de suavidad» de la carne asada de los sacrificios.
    «tienen manos y no palpan,»
    Dios, sin manos, magreaba el «montón de trigo» del vientre de Su pueblo elegido.
    «tienen pies y no andan,»
    Dios, sin pies, cocea a Su pueblo elegido: cuando no son magreos, son coces; cuando no son coces, son magreos. Magreos y coces alternándose a vertiginosa velocidad.
    «no despide un sonido su garganta.»
    Dios no tiene boca ni garganta, ¡y cuantísimo canta!
    «Semejantes a ellos serán los que los hacen, todo el que en ellos pone su esperanza.»
    Mas a quien San Juan Damasceno se la da, San Dios se la bendice.
    «Harás dos querubines de oro,»
    De oro, como el Becerro.
    «labrados a martillo, y los pondrás en los dos extremos del propiciatorio, un querubín en un lado y el otro en el otro, y han de cubrir entrambos lados del propiciatorio, extendiendo las alas sobre el propiciatorio, mirándose»
    Mirándose sin verse: los ídolos tienen ojos pero no ven.
    «uno a otro con las caras vueltas hacia el propiciatorio.»
    ¿Trina o no trina?

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