Los labradores regresan del trabajo cantando felices sus madrigales. Algo retrasado, Morencos camina cojeando. Pasan sin detenerse por el lugar en donde crece desde tiempo inmemorial, y al lado de otros dos brotados más jóvenes, el viejo Garcinuño, que reclama a gritos la atención de Morencos: «¿Cuándo me vas a hacer caso, hombre? Que me tienes muy abandonado…». Morencos, malhumorado, se acerca y le enseña el trasero que asoma chamuscado por el pantalón roto: «Hoy no puedo, Garcinuño, me he quemado el culo». «Pues te vas a casa y te lees «Gracias y desgracias del ojo del mismo» y ya verás cómo te alivias. Yo también tengo mis achaques». Morencos se aleja, pero Garcinuño le grita con su vocecilla de anciano de cuento de hadas: «Pero ven mañana. Y tráete algo de Góngora, que tengo yo cuerpo de Góngora». El joven que brota a su lado se hace notar con gesto alborozado: «¡Yo si que estoy saliendo! Me quedan cuatro días». Garcinuño, escéptico, le dice: «Si no te agostas, como yo».
Esta secuencia insiste en la costumbre de los labradores de ir al trabajo y volver cantando, pero enseguida da paso a la peripecia de Morencos, un personaje que va cobrando más relevancia a medida que la película avanza: Morencos se enfrenta al ridículo de presentarse ante sus convecinos con el culo al aire y ennegrecido por la chamusquina, pero Garcinuño, su primer testigo en el pueblo no da mayor importancia a su desgracia y le recomienda que lea a Quevedo. Luego comprobaremos que los siguientes prodigios que protagoniza Morencos tampoco interesan demasiado a los parroquianos del bar, a pesar de la excepcional espectacu- landad de los mismos. Choca la salida literaria del agostado porque todavía no está claro para el espectador que Morencos es hombre de libros, labrador, pero intelectual, a lo que apenas se ha aludido hasta ahora. De todas formas, Garcinuño, que debe ser coetáneo de Quevedo, demuestra gustos eclécticos en materia de letras. Cita a Quevedo, pero tiene cuerpo de Góngora. Medio cuerpo, se entiende, porque el otro medio se agostó. La escena sugiere otra que nunca se escribió, pero que me permito proponer por si alguna vez los americanos hacen un remake de Amanece, que no es poco: Morencos, que podría llamarse Willoughby, va cada tarde a leer los clásicos a los hombres que brotan junto al camino, que le escuchan embelesados mientras emergen de la tierra con diferentes cadencias.
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