Un hombre en tu bancal

Ayna , , ,

La cabeza de un hombre (Ferrán Rañé) acaba de brotar en un bancal. El recién brotado mira a su alrededor y escucha complacido el canto de un pájaro. Su mirada se cruza con la de dos de aquellos labradores que cantaban madrigales. Son Morencos (Fernando Valverde) y Varela (Luis Perezagua). Intercambian un gesto de preocupación. A lo lejos vemos aproxi­marse a Elena. Al ver en sus tierras a los dos campesinos, les grita: «¿Qué pasa?». Morencos contesta también gritando: «¡Que te ha salido un hombre en medio del bancal!». «¡Mala suerte!», apostilla Varela. La muchacha se acerca. «Pues ya sabes lo que tienes que hacer -le aconseja Morencos-, arrancarlo y transplantarlo. Se te puede morir en el cambio, pero si no estás perdida. ¡Tú no sabes lo que chupa un hombre…! Te deja la tierra seca». Elena se agacha y contempla al hombre brotado con mirada tierna: «¡Cómo lo voy a arrancar!». Unos acordes musicales de carácter mágico subrayan el plano del hombre desde el punto de vista de Elena. Ha sido un flechazo al primer instante. «Me da lástima, es tan guapo…» Morencos, echando mano de su probada autoridad, insiste: «Pues da lo mismo, lo tienes que arrancar». «Y mejor ahora que todavía no habla —apoya Varela-. Luego da más guerra». «Y se le hace mayor el rizoma», termina Morencos.

El prodigio de los hombres que brotan cumple ahora una misión argumental de peso al dar origen a la historia de amor de la bella Elena, un relato ejemplar que explica que la impa­ciencia es mala consejera en el amor y que los «coup de foudre» pueden ser engañosos. Apli­cando la misma lógica que preside toda la película, los labradores más sabios aconsejan a la impulsiva Elena que arranque a su hombre antes de que sea tarde, pero ella, presa de esa atrac­ción irresistible desoye sus palabras. Un mínimo pudor me impide comentar la trastienda que ocultan las frases de Morencos sobre lo que chupa un hombre y los efectos que su voracidad provoca en la tierra que, poco a poco se seca. En estos asuntos de agricultura humana es con­veniente escuchar la voz de la experiencia.

Para los que, como yo, no están iniciados en la cultura de los transplantes agrícolas, Cuerda nos traslada de nuevo al interior del bar en donde un borracho joven explica al guar­dia Fermín que el rizoma de los hombres transplantados es como el del lirio común. Fermín, que le ha escuchado con interés, le pregunta si está ya borracho. El chico no parece aun satis­fecho. «Ponle otra», le dice a Tirso. El borracho bebe. «¿Y ahora?» «Un poquitín mejor». Fermín le despacha: «¡Fíala, pues hasta mañana!, ¡que pase el siguiente!». El borracho camina hacia la puerta de espaldas, con la atención algo aturdida pendiente del aria de la soprano. «¡Cómo canta la jodía!», comenta antes de salir dando tumbos al exterior. (La cantante no existe en el guión).