En la escuela está teniendo lugar una de esas clases musicales que con tanta autoridad como vocación dirige Don Roberto. Hoy la materia es geografía y el maestro canta los nombres de los ríos de Europa en un desenfrenado ritmo de jazz. Los niños corean levantando los brazos: «De Europa, ríos son». De entre ellos destaca un vocalista que emprende un sólo de matemáticas que termina casi en éxtasis. Terminada la lección, un niño sudoroso y despeinado comenta a su compañero de pupitre: «La verdad es que yo termino todos los días destrozado». «Pero se aprende, ¿eh?», responde el otro.
La insistencia en el sistema pedagógico de Don Roberto tiene la finalidad de explicar que día a día el maestro organiza sus conciertos sea cual sea la materia tratada. Hay canciones para las Ciencias Naturales, para la Aritmética e incluso, para el Conocimiento del Medio, extravagante denominación que ahora agrupa a disciplinas que poco tienen que ver y que los niños simplifican en la fea palabra «Coño». Don Roberto, como Jacques Demy, cree que todo en esta vida se puede contar cantando. Los chicos acaban exhaustos, pero reconocen que el método del buen maestro es infalible. No hay más que ver la demostración sublime del niño que calcula operaciones aritméticas a ritmo de gospel.
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