Se inicia aquí una nueva trama sobre la que hasta ahora no teníamos noticia: la invasión del pueblo por fuerzas guerrilleras del pueblo de arriba. Bruno ha salido del cuartelillo y camina calle abajo. Va secándose las lágrimas con un pañuelo. Un campesino armado, pero amistoso, se le acerca y le pregunta: «¿Usted ya se ha dado cuenta?». «¿Me di cuenta de qué?», pregunta el escritor desinteresado. «De que estábamos ocupando el pueblo». «Mira qué capricho, invadir este pueblo…», dice Bruno, malhumorado. «Yo soy del pueblo de arriba y estamos invadiéndoles».
Ahora en el pueblo no hay solo prodigios, sino también problemas. El pueblo se revuelve contra el Alcalde, los americanos se disponen a sacar algún chupe a la situación, se ha creado un vacío de poder de veinticuatro horas y, para colmo de males, hay una invasión en marcha, que por el momento no es más que una escaramuza guerrillera, pero que, a poco que se tuerzan las cosas, puede convertirse en una guerra entre pueblos vecinos.
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