La soga del ahorcado

Molinicos , ,

En la sala de juntas del Ayuntamiento el Alcalde se ha ahorcado, pero sigue vivo y muy enfadado. Debajo, frente a él, están Susan y los mozos del pueblo. «Pero, ¡cómo no me voy a enfadar, hombre, cómo no me voy a enfadar!». Un mozo le dice que no es para tanto. «¿Qué no es para tanto?, ¿que no es para tanto? -repite el colgado indignado- Tú eres joven y aún te queda mucha vida por delante… Y, luego el trabajo que me ha dado encontrarla… ¿Vosotros sabéis el trabajo que cuesta encontrar a una mujer de estas características y que además sea limpia… y prudente? ¡Vosotros qué vais a saber!». En este momento interviene la Susan, que se dirige a los mozos, siempre con su acento andaluz de película de Lolita Sevilla, afeándoles su comportamiento: «Es que ustedes sois unos «esageraos»… Vamos a ver, ¿por qué no habéis «dejao» ustedes que el señor alcalde y yo arreglásemos nuestras cosas, sin darle este berrinche y este pesar al hombre y, «aluego», con el tiempo, todos hubiésemos terminado amigos?». El Alcalde se da por aludido: «¡Susan, coño!, no me vengas tú ahora también con indirectas…»

La secuencia sorprende porque la elipsis es muy fuerte. Ello se debe a la supresión de dos secuencias del guión en que se veían las perrerías que los mozos le han hecho al alcalde durante la noche, situadas entre la escena de la llegada de Nacho al café y la conversación sobre la madre asesinada y la moto con sidecar. Los mozos iban a cantar y berrear al balcón del Alcalde, acom­pañándose de instrumentos musicales tan artesanos como botellas, cucharas y cacerolas. La letra de la canción no dejaba lugar a dudas: «Cuando un viejo y una moza / se van juntos a la cama / al viejo le da fatiga / «na» mas verle las enaguas /. Si la moza tiene hambre I y el viejo «quié» alimentarla / no buscará en su despensa, / tendrá que ir a la posada». La segunda de esas secuen­cias omitidas tenía lugar a continuación en el dormitorio del Alcalde. La cencerrada no deja dormir a los amantes. Susan repite una y otra vez que son muy «esageraos». La canción seguía una estrofa más: «Si las gallinas quisieran / los gallos de espolón duro / tendrían que pagarlo en oro I o no montaría ninguno». De repente, los mozos se presentan en mitad de la alcoba y el Alcalde, enfadadísimo, les pregunta: «¿Qué hacéis aquí?, icómo habéis entrado?». Uno de los mozos, señalando a otro, contesta: «Este, que está ensayando para hacer milagros, porque cree que tiene vocación y quiere ser sacerdote santo. Pero luego es el primero que se apunta para todas las juergas». Con estos antecedentes resulta explicable el ahorcamiento público del Alcalde, aunque no deja de ser una extravagancia que no podría aprobar el cabo Gutiérrez.

También suprimió Cuerda el final de la escena del ahorcamiento, en el que Susan intentaba convencer al Alcalde que no había segundas intenciones en su conversación con los mozos. Uno de ellos reivindicaba que «la moza tenía que ser para todos», se ahorcara o no el Alcalde; y otro reclamaba que tenía que ser turgente. Susan se volvía a este último y le decía: «¡Qué «esagerao»!».

Este es otro de esos sucesos característicos de la lógica subruralista. Los mozos conside­ran que tienen derecho a gozar de la chica que ha traído el Alcalde. «Debe ser comunal», dicen ellos. Por eso, le dan la noche y llegan a meterse en su propia alcoba. El Alcalde, en vez de llamar a las fuerzas del orden para que reprima la insurrección, en señal de protesta, se cuelga en la sala de juntas del Ayuntamiento, y desde esa posición tan incómoda, intenta dialogar con los mozos, a los que culpa más de su juventud e inexperiencia que de los disturbios que han organizado. Se trata, en definitiva de una disputa sobre el derecho a la propiedad privada. La Susan no es, para uno y para los otros, más que una mercancía. Una mercancía que ha adqui­rido el Alcalde. Los mozos que, como jóvenes, son revolucionarios, han tomado el Palacio de Invierno entrando hasta los pies de la cama del Zar. Susan, que todavía no se ha hecho a las modalidades del lugar y que está diseñada sobre el modelo de la folklórica de ¡Bienvenido, Mister Marshall!, piensa que son unos «esageraos» y les hace ver que, si hubieran tenido paciencia, en poco tiempo se podría haber llegado a acuerdos que satisficieran las naturales tendencias de todos. El Alcalde ve que se le escapa el control de la situación. La secuencia cuenta con una estupenda interpretación del gran Rafael Alonso y de Fedra Lorente, una actriz cómica más que estimable cuyo personaje de la «Bombi» en el programa «Un, dos, tres» de TVE ha limitado desgraciadamente su carrera cinematográfica.