Kalinka

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La Misa ha terminado. Mientras los fieles van saliendo de la iglesia ordenadamente, los disidentes de los Coros de Ejército Soviético siguen cantando y bailando «Kalinka». El Alcalde y Susan, que han llegado al humo de las velas, muestran su extrañeza. Una mujer que está saliendo les comenta: «Llevan así desde la consagración». El Alcalde no parece dar impor­tancia al hecho y llama a Paquito, que está en el altar apagando las velas con la pértiga. «Anda, echa un pregón de esos que tú sabes y que a mí me gustan tanto». Sin decir nada, Paquito sale hacia la puerta y se detiene un momento a saludar a Elena, que está junto a la pila de agua ben­dita. Cuando ya todos están fuera, la cámara ofrece un plano medio de Elena, que está relle­nando un frasquito con agua bendita.

La secuencia tiene carácter de transición para dar paso a dos bloques temáticos que se van a desarrollar a continuación: los flashbacks y la relación amorosa de Elena con el hombre que le ha crecido en el bancal. Aquí también Cuerda elide el que se supone momento fuerte de la escena de la Misa: la interpretación de «Kalinka» por parte de los rusos. Por lo que sabemos deben llevar entre quince y veinte minutos de enfebrecido baile, lo que podría haber dado pie a una larguísima secuencia musical. Los disidentes, dispuestos a que por ellos no quede, han perdido el sentido de la medida, del tiempo y, tal vez, de la orientación hasta el punto de que no saben precisar ni siquiera si se ha terminado la misa o no. Por si acaso ellos siguen con Kalinka. Otro aspecto a destacar en esta breve secuencia es la dependencia jerárquica del sacris­tán con respecto al Alcalde. Anteriormente le habíamos visto pregonar la palabra divina por orden de su hijo, el cura. Ahora es el Alcalde quien le reclama para un pregón de carácter civil. Así la Iglesia y el estado quedan unidos por la base. No sabemos si Paquito también pregonará los mensajes que emanan del cuartelillo de la Guardia Civil. La secuencia termina con el hurto de agua bendita que está perpetrando la labradora, cuyo destino no es difícil de adivinar.