Como se verá a continuación, entre el negro Ngé y el guardia Pascual no quedan rencores. Pascual acepta de buen grado la carga de ir todas las noches a buscarle al monte y aun tiene palabras amables para con las ambiciones artísticas del catecúmeno, que ve en él a su único posible espectador. Ngé, como antes Teodoro, es como un niño que se escapa de su casa y hay que mandar a la Guardia Civil a buscarlo para reintegrarlo al hogar. Al llegar a casa de Ngé, Pascual se despide: «Bueno, hasta mañana. Mañana iré a buscarte otra vez». El negro le retiene un momento: «Pero, ¿a usted le gusta la estampa que hago yo allí con las cabras?». «¡Hombre, claro que me gustan! -Contesta Pascual- Son muy bonitas, muy curiosas…». «Se lo digo porque así, al menos, no pierde su viaje todas las noches». «No te preocupes, hombre, no te preocupes -le tranquiliza el guardia- Mañana voy a por ti». El negro le pide que disculpe las molestias, «pero no veo otra salida». Se despiden y Ngé se coloca bajo la ventana y llama a su madre para que le eche las llaves del portal.
En el guión la secuencia daba a entender que Ngé y el guardia se han retrasado porque Pascual ha estado aprendiendo a colocar las cabras en esas estampas armónicas en las que el negro es un maestro. Poco apoco, Pascual va aprendiendo, pero sigue interesado en saber por qué Ngé no se ofrece como pastor al dueño de las cabras y rentabiliza su afición, lo que permitiría que se desfogara a la luz del día, evitaría denuncias y le quitaría trabajo a él. Ngé le responde, en plena coherencia con la lógica predominante, lo siguiente. «No creo que funcionase. Es otro planteamiento… También está el lado estético… Perdería mucho el espectáculo… Por la noche yo entono más. Las cabras se han acostumbrado… Y luego, que el dueño no querría. Es un hombre muy religioso y cree que al pastor ése que tiene, se le puede aparecer la Virgen. Yo, siendo catecúmeno, no le daría tanta seguridad. Es otro planteamiento. No, no creo que funcionase». Como puede verse, el cambio del guión a la película es sustancial y debo decir que, en este caso, me gusta más la solución del guión, que explicaba mejor que Ngé roba las cabras cada noche y que su propietario le denuncia, pero sobre todo, introducía una trama secundaria muy divertida, la del hombre religioso que confía que su pastor puede ser el próximo beneficiario de una aparición de la Virgen, como los niños de Fátima o Bernadette Soubirous. Tal como ha quedado, hay que destacar un momento de sutil belleza: la ternura con que Ngé se congratula de que el guardia aprecie su obra y le merezca la pena el esfuerzo realizado.
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