El buen maestro

Ayna ,

Siguiendo la estructura de acciones paralelas que ha escogido para la presentación de los muchos personajes de la película, a partir de la salida de Misa de todos ellos -a excepción del catecúmeno-, Cuerda elige ahora al maestro, el entrañable Don Roberto (Paco Hernández, veterano actor teatral y magnífico doblador, pero muy poco visto en el cine y que hace aquí un trabajo que me atrevo a calificar de sublime), un hombretón en la cincuentena, que espera en la puerta de la escuela, situada en una calle muy estrecha y en cuesta, la llegada de sus alum­nos, unos con los trajes regionales, otros vestidos a la manera de la época predominante en la ambientación, una niña vestida de virgen, etc… Les saluda sonriente y extremadamente amable, pronunciando el nombre de cada uno y acompañándolo de un calificativo siempre halagador. Don Roberto es un soñador, un hombre que vive en las nubes, muy distinto del atribuido maestro de Total (Eusebio Lázaro) y en las antípodas de su colérica mujer (Alicia Sánchez) que, como recordarán, se dedicaba a pegar e insultar a los niños. Esta forma de reci­bir a los alumnos anuncia ya que el maestro es un personaje de musical. «Buenos días, niños». Los primeros alumnos responden al saludo de Don Roberto. «Buenos días, Jaime, de pode­rosas piernas… Me alegra verte, Mary Carmen, bella hija de hermosísima madre… Hola, Rafa- elito, veloz con el tirachinas…» Los alumnos ya han entrado y ahora aparece por la calle Elena (Pastora Vega), una guapa labradora con sus aperos al hombro que al sobrepasar al maestro se vuelve y le piropea con mirada coqueta: «¡Pero que buen maestro es usted, Don Roberto!». Un brillo de melancolía aparece en los ojos del maestro, que modestamente contesta: «Rural. Rural nada más, Elena». La labradora sigue su camino y el maestro la sigue con la inequívoca mirada de un enamorado sin esperanzas.

La secuencia está planificada con juego de planos medios para el maestro y planos gene­rales que muestran la llegada de los niños calle arriba. A la entrada de Elena los planos se acor­tan ligeramente. Luego hay un largo plano general que muestra el punto de vista del maestro que ve alejarse a su amada hacia el campo, para terminar con un primer plano de Don Roberto sufriente en silencio. Este personaje niega el tópico del maestro cascarrabias y rutinario. Ya veremos sus peculiares métodos docentes. La secuencia sirve también de presentación de Elena, única representación de la sensualidad en la película y escogida por el destino para pro­tagonizar uno de los prodigios que abundan en el pueblo y también, y por culpa de su impa­ciencia, para estropearlo.