Tal como había contado Álvarez, su hijo Ngé y su amante Gabriela acostumbran a pasear cogidos del brazo con entera libertad por el pueblo. Les sigue el pobre Carmelo que ahora sabemos que es el marido cornudo de Gabriela. «De todas maneras -le dice la chica al negro- tú eres un poquito llorón, porque el respeto que se tiene hoy por las minorías étnicas… Fíjate mi comportamiento contigo durante los coitos, por ejemplo». De repente, uno de esos hechos prodigiosos de los que tanto se presume en este pueblo tiene lugar ante nuestros ojos. De la misma manera que en Total Doña Paquita se aparecía en los lugares más inesperados, Carmelo, el borracho, se desdobla, presentándose ahora delante de su mujer y su amante con una amplia sonrisa y completamente sereno sin por ello dejar de seguirles beodo como una cuba. Gabriela comenta el prodigio no sin cierta admiración. Al menos su marido sabe hacer algo, aunque sea algo tan incómodo e inútil como desdoblarse involuntariamente. «Pero, ¡que ocurrencia, Carmelo! ¿Cómo has hecho eso?». El borracho sereno no parece tener conciencia de lo ocurrido: «¿El qué?», pregunta. «Pues lo de estar ahí atrás y aquí delante al mismo tiempo». «Pues no sé, me habré desdoblado. Será una de esas cosas que hacemos los borrachos sin darnos cuenta». «Pero eso tiene mucho mérito…» Carmelo no cabe en sí de gozo: «¿Te gusta?», pregunta ilusionado a su mujer. «Sí», contesta ella feliz ante esa nueva perspectiva que se abre en su deteriorado matrimonio. «¿Quieres que lo haga todos los días?», le pregunta Carmelo. A pesar de que Gabriela no se ha soltado de su brazo, Ngé Ndomo, más simple e infeliz que nunca, siente haber perdido protagonismo y ve peligrar su satisfactoria relación con la mujer del borracho. Ante la posibilidad de que su rival se dedique a hacerle gracias prodigiosas a diario, el negro hace valer sus potenciales: «Yo le doy unas prestaciones sexuales a tu mujer muy buenas».
En el guión la secuencia terminaba de forma distinta. Ngé, que en la película parece simplemente alarmado, en el original estaba muy enfadado y susurraba al oído de Gabriela: «No lo animes tú, no fastidies. Ya tenemos bastante con u.no…» Lo que hacía alusión al natural agobio que debe producir a todo adúltero que se precie tener que soportar al marido cornudo siguiéndole allá donde va. En el guión, Carmelo le reprochaba picarón: «Chist, chist, chist… Secretos en reunión….»
El trío formado por Ngé, Gabriela y Carmelo hace pensar en Pares y nones puesto que retoma el tema de la infidelidad en la pareja. Pero en aquella película Cuerda se tenía que sujetar a unas mínimas leyes de verosimilitud y realismo. Los personajes de aquella película utilizan todo tipo de artimañas para colocar los sentimientos en el sitio en que ellos quieren que estén. Unas veces patosos, otras astutos, algunas audaces, muchas ridículos, Paco (Antonio Resines) y Víctor (Caries Velat) se comportan frecuentemente como actores que representan un papel que no les corresponde ante sus mujeres o sus amantes. Si ellos pudieran, no tendrían inconveniente en desdoblarse para conseguir lo que pretenden. El borracho de Amanece, que no es poco se desdobla sin buscarlo. Su subconsciente le aconseja que si no bebiera, no tendría problemas de impotencia y podría recuperar a su mujer. Pero quiere seguir bebiendo. ¿Por qué no desdoblarse? Si el indeciso Víctor se hubiera desdoblado no habría encontrado impedimentos para conservar la estabilidad que le daba Montse (Virginia Mataix) y el indescriptible placer sexual que le proporcionaba Marta (Alicia Sánchez). De momento, Carmelo ha conseguido interesar a Gabriela y está dispuesto a repetir el prodigio todos los días para reconquistarla. Si Gabriela se ha interesado por la rareza que supone Ngé, el único negro del pueblo, bien puede ahora cambiarlo por una rareza mayor, el único hombre que allí se desdobla. ¿Cuántos desdoblamientos le costará a Carmelo el derecho a volver a yacer con Gabriela? ¿Podría Ngé desdoblarse en su otro yo blanco? Cuerda no pierde oportunidad para fustigar el carácter voluble y caprichoso de los sentimientos amorosos. Tiene muy claro que las mujeres dominan con sus encantos, arrumacos y coqueteos a los hombres y que ellos están preparados para hacer cualquier tontería o barbaridad para satisfacer lo que unos llaman amor y otros picor de las ingles. El tema aparece con mayor virulencia en La viuda del capitán Estrada, la única película de Cuerda que trata en clave seria y dramática el tema del amor y la atracción sexual.
En la puerta de la escuela los estudiantes gringos se manifiestan al grito de «¡maestros, no!». Teodoro y Jimmy , siempre en su moto, contemplan la insólita escena. Teodoro, al ver sus emblemas, exclama ilusionado: «¡Son de Eaton, padre!, ¡americanos!». Jimmy, en cambio, no parece muy impresionado. Cuerda da la vuelta a una situación típica que protagonizan los turistas españoles cuando encuentran compatriotas en el extranjero. Como ellos, Teodoro el simple, se siente acompañado por la presencia en el pueblo de estos muchachos que, además de yanquis, vienen de una universidad, como él. (Esta breve secuencia no figura en el guión).
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