Ya es noche cerrada. El peregrinaje de Jimmy y Teodoro en busca de alojamiento está tocando a su fin. Adelaida (María Isbert), una mujer que aparenta más de setenta años, pero que viste como una niña y se expresa con tono siempre quejumbroso e infantil, llama a su madre para que se asome a la ventana: «¡Madre, que aquí hay un hombre que quiere hablar con usted!». La mujer-niña se queda callada frente a los forasteros. Teodoro, sosteniendo con sus manos la guitarra, calla también. Jimmy rompe el silencio: «Tiene usted un jardín muy hermoso. ¿Lo riega usted con sus manos?». Adelaida, escéptica, contesta: «Va en días, mire. A veces pasan temporadas muy largas y no le hacemos caso. Dejamos que se estropee». Se abre un balcón a sus espaldas y aparece Aurora (María Elena Flores), la madre de Adelaida, que aparenta unos veinte años menos que su hija, que probablemente ha dado recientemente el estirón como ya le pasara a Herminio (Manuel Alexandre) en Total, aunque aquello fue por lo del fin del mundo. «¡Buenas noches!», saluda a los recién llegados. Sin más rodeos, Jimmy entra en materia: «¡Que quería hablarle yo de Dostoievsky!». Y sin la menor extrañeza por el motivo de esta visita a horas intempestivas, Aurora responde: «¡Ah, pues muy bien! Encantada. Ahora mismo bajo». Al parecer, Jimmy, harto de buscar una cama por los métodos tradicionales, ha dado con el abracadabra salvador. Para que alguien les cobije hay que encontrar la forma de acceso. Y en esa extraña familia, cuyo jardín florece, a pesar del trato despectivo que se le inflige, el autor de Crimen y castigo abre todas las puertas.
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