La secuencia siguiente presenta a uno de los grupos más afortunados de la película, los estudiantes americanos que visitan el pueblo, atraídos por la fama internacional de sus prodigios, a cuyo frente está su líder (Gabino Diego, auténticamente metido en su personaje, una fiel caricatura del yanqui curioso ante las múltiples maravillas de la cultura europea. Su acento, irreproducible en un comentario escrito es una de las mejores bazas con que cuenta el director para provocar la complicidad del espectador). Los recién llegados abordan a un campesino, el «Viejo Labrador» (Alberto Bové), y su cabecilla se presenta: «Nosotros somos jóvenes estudiantes de la Universidad de Eaton y estamos preparándonos para ser futuros líderes que ejerzan el poder omnímodo. ¿Usted, viejo labrador, sabe si el sacerdote dejará que nosotros, jóvenes estudiantes, entremos a la celebración de la Santa Misa?». El estudiante habla muy lentamente, separando prácticamente cada palabra y acompañándose de gestos con brazos y manos muy marcados. Los jerseys y viseras con los emblemas de la universidad contrastan con el atuendo pueblerino y ya en desuso del Viejo Labrador, que mira a sus interlocutores como si fueran marcianos. «¡Qué lástima! -responde-Yo no puedo contestarles. Yo soy un hombre muy primario, terriblemente sujeto a las pasiones. No pienso casi. Cualquier cosa que les dijese, iba a ser una tontería. Yo lo que más hago..» El hombre se interrumpe y mueve inequívocamente sus codos hacia atrás. «Siempre con putas, eso sí. También bebo una gótica» -añade en tono confidencial-.
Es muy curiosa la manera en que los propios personajes se definen, desvelando secretos que ocultarían en la realidad. El estudiante confiesa sus ambiciones de llegar a ser líderes mundiales mucho antes de que se hablara de globalización y ejercer el poder omnímodo. Como los agentes de la CIA, estos jóvenes yanquis vienen a tomar nota de los modos de vida de la colonias europeas que serán oportunamente procesados y utilizados en el futuro según la conveniencia del imperio. Naturalmente eso no se dice así en la película, pero el que tenga ojos para ver, que vea. Por su parte, el Viejo Labrador se muestra muy consciente de sus insuficiencias culturales. Es muy primario y casi no piensa, pero ello no impide que lo exprese en términos de formación universitaria. Además no tiene el menor inconveniente en manifestar que a él lo que le gusta es el vino y joder con putas, aficiones que resume con académica precisión cuando dice que es un hombre «muy sujeto a las pasiones». En esta escena el guionista pone en boca de sus personajes, en contra de toda norma, su descripción. Lo que el novelista hubiera narrado en tercera persona para caracterizar a sus personajes, Cuerda lo incluye en los diálogos, pero no de terceros, sino de ellos mismos, acercándose así, aunque en clave de humor y distanciamiento, a los monólogos teatrales del Siglo de Oro.
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