Un sacristán ha estado a punto de subir en cuerpo y alma a los cielos. El hombre notó tirones desde lo alto y experimentó con asombro y zozobra que volaba trechos cortos, como la perdiz. Al sacristán le preocupaba sobremanera, aparte de lo poco natural del hecho, el que pudiese verse obligado a faltar a una cita nocturna con una viuda que se había apalabrado esa mañana. Parece que todo quedó en un susto
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